"Porque sin duda alguna... el amor prohibido... es el más placentero..."

viernes, 19 de agosto de 2011

Capitulo 3 Bloodlines

Capitulo 3

El viaje a Palm Springs fue una agonía.


Estaba exhausta por haber sido sacada de la cama, y aun cuando Keith tomo el volante, no pude sentir sueño. Tenía mucho en mi mente: Zoe, mi reputación, la misión en mis manos... mis pensamientos daban vueltas. Esperaba poder arreglar todos los problemas de mi vida. El que Keith condujera no me hacía sentir menos ansiosa.


También estaba triste porque mi padre no me había dejado despedirme de mi madre. Había dicho una y otra vez que no debíamos dejarla descansar, pero yo sabía la verdad. Tenía miedo de que si ella se enteraba que me estaba yendo, me lo impediría. Mi última misión la había hecho enfurecer. Había viajado alrededor del mundo sola, y había sido devuelta sin ninguna pista sobre el próximo lugar al que tendría que ir. Mi madre pensaba que los alquimistas me usaban de mala manera y le había dicho a mi padre que tenía que hablar con ellos para que me trataran mejor. No sé si ella podría haber evitado los planes de esta noche, pero no quería arriesgarme en caso de que Zoe fuera enviada en mi lugar. Ciertamente no esperaba una despedida cálida de parte de él, pero me sentía extraña yéndome en condiciones tan inestables con mi hermana y mi madre.


Cuando llego el amanecer, el paisaje de Nevada se volvió un mar resplandeciente de color rojo y cobre, me di por vencida y me dedique a mirar a través del vidrio. Compre una taza de café en una estación de gas con servicio las 24 horas y le asegure a Keith que podía conducir el resto del camino. Lo acepto de buena gana, pero no iba a dormir. Compro café y charlamos las restantes horas. Todavía mantenía su nueva actitud de "somos amigos". Estaba decidida a no darle ninguna razón para dudar de mi, así que me esmere en sonreí y asentir apropiadamente. Era algo un poco difícil de hacer mientras mantenía los dientes apretados.


Parte de la conversación no fue tan mala. Podía manejar la conversación sobre negocios, y aun teníamos muchos detalles en los que trabajar. Me dijo todo lo que sabía de la escuela, y asimile toda la información que me dio sobre mi futuro hogar. La escuela preparatoria Amberwood era aparentemente una escuela prestigiosa. Para los estándares de los alquimistas, sabía todo lo que necesitaba para mi trabajo, pero algo en mí siempre me hacia desear mas y mas conocimientos. Tenía que controlarme con mis lecturas e investigaciones, pero aun así, el colegio... o simplemente estar cerca de aquellos que sabían más que yo y que tenían cosas por enseñarme, era una de mis fantasías.


Como un "senior," tendría privilegios fuera del campus, y uno de los primeros en nuestra lista de trabajo, después de las identificaciones falsas, era conseguirme un auto. Saber que no me quedaría atrapada en el colegio hacia las cosas un poco más soportables, a pesar de que era obvio que la mitad del entusiasmo de Keith por conseguirme un medio de trasporte propio significaba que podría asumir cualquier inconveniente que viniera con el trabajo.


Keith también menciono algo que no me había dado cuenta, pero que probablemente debería haber sabido ya. -Tú y esa chica Jill están inscritas como hermanas- Me dijo.


-¿Qué?- Trate de controlarme para evitar que el carro oscilara. Vivir con vampiros era una cosa, ¿pero estar relacionado con uno? -¿Por qué?- Demandé.


Vi de reojo como se encogía de hombros. -¿Por qué no? Eso explicaría por qué estarías tan cerca a ella... y es una buena escusa para que sean compañeras de habitación. Normalmente, la escuela no permite que dos personas de diferentes edades compartan habitación, pero... bueno... sus "padres" prometieron una gran donación para hacer cambiar su política-


Estaba tan aturdida que ni siquiera tuve mi reacción normal de pegarle cuando concluyo con una satisfecha, risa contenida. Sabía que viviríamos juntas... ¿pero hermanas? Era... extraño. No, no solo eso. Era extravagante.


-Eso es loco- Dije finalmente, aun en shock como para dar una respuesta más elaborada.


-Es solo algo en papel- Dijo.


Verdad. Pero algo como ser considerada familiar de un vampiro me dejo desubicada.


Me enorgullecía de la forma en la que había aprendido a comportarme alrededor de los vampiros, pero parte de eso vino de la creencia estricta de que era una extraña, una socia de negocios que al final se iba. Fingir ser la hermana de Jill destruía esas líneas. Tenía que fingir una familiaridad y no estaba segura de poder.


-Vivir con uno de ellos no debe ser tan malo para ti- Comento Keith, golpeando con sus dedos la ventana en una manera de ponerme nerviosa. Algo en tono casual me hacía pensar que era una trampa.


-Difícilmente- Dije, escogiendo mis palabras con cuidado. -Estuve con ellos, a lo mucho, una semana. Y realmente, la mayor parte del tiempo la pase con dhampirs-


-Es lo mismo- Replico despectivamente -En todo lo caso los dhampirs son peores. Son abominaciones. No son humanos pero tampoco vampiros. Producto de uniones no naturales-


No respondí de inmediato y en su lugar preferí fingir estar profundamente interesada en la carretera. Lo que había dicho era verdad, porque era lo que nos enseñaban los alquimistas. Moroi y Stigoi, eran oscuridad y maldad. Necesitaban sangre para sobrevivir. ¿Qué clase de persona bebía de otra? Era desagradable, y el pensar que pronto tendría que encargarme de la alimentación de un Moroi me hacía sentirme enferma.


Pero los dhampirs... eran un problema más difícil. O al menos, lo eran ahora para mí. Los dhampirs eran mitad humanos y mitad vampiros, creados por el tiempo cuando dos razas se habían mezclado libremente. Hace siglos, los vampiros se habían alejado de los humanos, y ahora ambas razas estaban de acuerdo con que esa clase de unión era un taboo. Los dhampir habían permanecido en el tiempo, como sea, los dhampir no se podían reproducir entre ellos. Solo lo podían hacer con los Moroi o humanos, y muchos Moroi lo hacían.


-¿Correcto?- Pregunto Keith.


Me di cuenta que me estaba mirando, esperando que estuviera de acuerdo con él sobre que los dhampirs eran abominaciones, o quizás esperaba que estuviera en desacuerdo. A pesar de todo, estuve en silencio durante un tiempo.


-Correcto- Dije, usando el estándar de la retorica alquimista. -En algunos casos, son peores que los Moroi. Su raza no debería existir-


-Me asustaste por un segundo- Dijo Keith. Mi mirada seguía fija en la carretera pero tenía la sensación de que me había guiñado el ojo -Pensé que los ibas a defender. Sabía que no debía creer las historias sobre ti. Puedo entender por qué deseabas la gloria, pero hombre, eso debió ser muy duro, tratar de trabajar con uno de ellos-


No le explique que una vez que pasabas un pequeño tiempo con Rose Hathaway, era fácil olvidarte de que era una dhampir. Incluso físicamente, los dhampirs y los humanos eran parecidos. Rose estaba llena de vida y pasión que a veces parecía mas humana que yo. Rose sin duda habría aceptado este trabajo con una sonrisa. -Sí, señor- No como yo.


Rose no había aceptado estar encerrada en un cárcel, con todo el peso del gobierno Moroi sobre ella. El chantaje de Abe Mazur había sido el catalizador que me había impulsado a ayudarla, pero nunca creí que Rose hubiera cometido el asesinato por el que era encarcelada. Eso fue, aparte de nuestra frágil amistad, lo que me condujo a romper las reglas de los alquimistas para ayudar a Rose y a su novio dhampir, el formidable Dimitri Belikov, a eludir las autoridades. A lo largo de todo, miraba a Rose con un algo de admiración por como luchaba contra el mundo. No podía envidiar a alguien que no era humana, pero envidiaba su fuerza, y el cómo se resistía a rendirse, sin importar lo que pasara.


Pero de nuevo, no podía decirle eso a Keith. Y aun no le creía ni por un instante, a pesar de su actuación, que de repente le parecía bien ir conmigo.


Le di un pequeño encogimiento de hombros. -Pensé que valía la pena correr el riesgo-


-Bueno- Dijo, sabiendo que no iba a conseguir más de mí. -La próxima vez que decidas irte con los vampiros y dhampirs, ten un respaldo para que no tengas muchos problemas-


Me burle -No tengo la intención de irme con ninguno de nuevo- Al menos eso era verdad.


Llegamos a Palm Springs en la tarde y empezamos a trabajar de inmediato. Estaba muriendo por dormir un poco a este punto, e incluso Keith, a pesar de su locuacidad, se veía un poco cansado. Pero sabíamos que Jill y su sequito llegarían al día siguiente, dejándonos muy poco tiempo para poner los restantes detalles en su lugar.


Una visita a la preparatoria Amberwood revelo que mi "familia" se estaba expandiendo. Aparentemente el dhampir que vendría con Jill sería algo así como nuestro hermano. Keith también iba a ser nuestro hermano. Cuando le pregunte él porque me explico que necesitábamos a alguien que viviera aquí para que sea nuestro tutor legal por si Jill o alguno de nosotros necesitaba salir de la escuela, eso nos daba algunos privilegios. Ya que nuestros ficticios padres vivían fuera del estado, era más rápido obtener resultados de él. No me podía quejar de la lógica del plan, aunque me parecía más repulsivo tener a Keith en la familia que a un vampiro y a un dhampir. Y eso decía bastante.


Más tarde, una licencia de conducir de un experto falsificador de identificaciones declaraba que yo era ahora Sydney Katherine Melrose, de Dakota del Sur. Elegimos Dakota del Sur porque nos imaginábamos que los locales no veían muchas licencias de ese estado y no serian capaz de detectar los defectos. No era que esperaba que hubiera alguno. Los alquimistas no se relacionaban con personas que hicieran trabajos de segunda categoría. Además me gustaba la imagen del Monte Rushmore en la licencia. Era uno de los pocos lugares de los Estados Unidos donde nunca había estado.


El día acabo con lo que más había esperado: un viaje al depósito de autos. Keith y yo regateamos tanto entre nosotros como con el vendedor. Había sido educada para ser práctica y mantener mis emociones bajo control pero amaba los carros. Era una de las pocas cosas que había heredado de mi madre. Ella era una mecánica, y algunos de mis mejores recuerdos de mi niñez eran de nosotras trabajando en el garaje.


Mi debilidad era especialmente por los autos deportivos y por los autos de colección, los tipos de motores grandes que sabía que eran malos para el medio ambiente, pero era un amor culposo. Sin embargo eso estaba fuera de la cuestión para este trabajo. Keith argumentó que necesitaba algo que cualquiera pudiera manejar, así como cualquier tipo de carga, y eso era no llamar la atención. Una vez más, estuve de acuerdo con su razonamiento como una pequeña buena alquimista.


-Pero no entiendo porque tiene que ser un station wagon- Le dije.


Acabamos comprando un nuevo Subaru Outcack que cumplía con sus requisitos. Mis instintos me decían que el Subaru era lo que necesitaba. Era fácil de manejar y tenía un motor sencillo, por eso lo elegí. Y sin embargo...


-Me siento como la mamá de un equipo de futbol- Dijo -Soy muy joven para eso-


-Las madres de los equipos de futbol conducen vans- Me dijo Keith -Y no hay nada de malo con el futbol-


Fruncí el ceño. -¿Tiene que ser marrón?-


Lo tenía que ser, a menos de que quisiéramos que fuera azul o rojo, la novedad tomaba precedentes. A mi naturaleza exigente no le gustaba la idea de conducir "algo que era de otra persona." Tenía que ser mío, brillante, nuevo, y limpio. Así que hicimos un trato, y yo, Sydney Melrose, me volví la orgullosa dueña de un station wagon marrón. Lo llame Latte, esperando que mi amor hacia el café se transfiriera pronto al auto.


Una vez que acabamos con nuestras labores, Keith me dejo para irse a su departamento en el centro de Palm Springs. Se ofreció a dejarme pasar la noche ahí, pero lo rechace educadamente y elegí quedarme en un cuarto de hotel, gracias a la inmensa cuenta bancaria de los alquimistas. Honestamente, hubiera pagado con mi propio dinero para salvarme de dormir bajo el mismo techo que Keith Darnell. Ordene una cena ligera en mi habitación, disfrutando de un tiempo a solas después de todas esas horas en auto con Keith. Luego me puse mi pijama y llame a mi madre. A pesar de que estaba lejos de la desaprobación de mi padre, extrañaba tener a mi madre a mi lado.


-Esos son buenos autos- Dijo después de que le conté sobre el viaje al concesionario. Mi madre siempre había sido un espíritu libre, lo que no era la mejor pareja para alguien como mi padre. Mientras él me enseñaba ecuaciones químicas, ella me enseñaba como cambiar mi propio aceite. Lo alquimistas no se tenían que casar con otros alquimistas, pero estaba desconcertada sobre que mantenía a mis padres juntos.


-Supongo- Dije, sabiendo que sonaba taciturna. Mi madre era una de las pocas personas con las que me podía mostrar de cualquier forma menos perfecta o contenta. A ella le gustaba que expresaras como te sentías. -Creo que estoy irritada por qué no tengo mucho que decirte-


-¿Irritada? Estoy furiosa de que él no me dijera nada sobre esto- Resopló -¡No puedo creer que él te sacara de la casa de esa manera! Eres mi hija, no un mueble que puede mover a su antojo- Por un momento mi madre me recordó un poco a Rose, ambas tenían esa inquebrantable tendencia a decir lo que pasaba por sus mentes. Esa habilidad era extraña y exótica para mí, pero a veces, cuando pensaba en mi cuidado control y el ser reservada por naturaleza, me preguntaba si no era yo la extraña.


-Él no sabía todo los detalles- Dije, defendiéndolo automáticamente. Con el carácter de mi padre, si mis padres se enfadaban uno con el otro, la vida en casa se volvería insoportable para Zoe, sin mencionar el carácter de mi madre. Era mejor mantener la calma. -No le dijeron todo a él-


-Los detesto a veces- Había un gruñido en la voz de mi madre -A veces lo odio a él también-


No estaba segura de que decir o hacer. Tenía un resentimiento hacia mi padre, seguro, pero aun así era mi padre. Muchas de las decisiones que él había tomado eran por los alquimistas, y sabia que no importaba cuando ahogada me sintiera a veces, el trabajo que hacíamos era importante. Los humanos debían ser protegidos de la existencia de los vampiros. Saber de su existencia crearía pánico. Peor aún, podría provocar que algunos humanos con poca fuerza de voluntad se convirtieran en esclavos de los Stigoi a cambio de inmortalidad y con el tiempo sus almas se corromperían. Eso sucedía mas a menudo de lo que nos gustaba admitir.


-Está bien mamá- Dije con dulzura -Estoy bien. No estoy en peligro, incluso estoy en USA- Realmente, no estaba segura de la parte de "no estoy en peligro" fuera cierta, pero pensé que eso no la tranquilizaría. Stanton me había dicho que mantuviera en silencio nuestra estancia en Palm Springs, pero diciendo que seguía en el país no haría mucho daño y haría que mi madre pensara que mi trabajo era más sencillo de lo que era. Hablamos un poco más antes de que colgara, y me dijo que tenía noticias de mi hermana Carly. Todo iba bien en su universidad, lo que me había sentir aliviada. Quería desesperadamente escuchar a Zoe pero me resistía a hablar con ella. Tenía miedo de que si estuviera al teléfono con ella, descubriera que seguía enojada conmigo. O peor, que no me hablara.


Fui a la cama con melancolía, deseando poder contarle a mi madre todos mis temores e inseguridades. ¿No era lo que las madres e hijas solían hacer? Sé que ella me escucharía. Yo era quien tenía problemas para hablar, estaba demasiada envuelta en los secretos de los alquimistas como para ser una adolescente normal.


Después de un largo sueño, y cuando los rayos del sol entraron por la ventana, me sentí un poco mejor. Tenía trabajo que hacer, y tenía que hacer a un lado la lástima que sentía por mí misma. Recordé que hacia esto por Zoe, por los Moroi y por los humanos por igual. Eso me ayudo a centrarme y poner mis inseguridades a un lado, al menos por ahora.


Recogí a Keith alrededor del medio día y conduje hasta las afueras de la ciudad para encontrarnos con Jill y el solitario Moroi que nos iba a ayudar. Keith tenía mucho que decir sobre él, se llamaba Clarence Donahue. Clarence había vivido en Palm Springs por tres años, desde la muerte de su sobrina en L.A, lo que lo había traumado. Keith lo había usado un par de veces en antiguos trabajos y continuaba haciendo bromas sobre su salud mental.


-Está cerca al banco de sangre, ¿sabes?- Dijo Keith, riéndose solo. Podía apostar que llevaba días esperando usar esa línea.


La broma era probé, y estupida, pero mientras más nos acercábamos a la casa de Clarence, Keith se iba poniendo más nervioso. Algo se me ocurrió.


-¿Cuantos Moroi has conocido?-Pregunte mientras salía del camino principal y entrando en uno largo y sinuoso. La casa era salida de una película gótica, cuadrada y hecha de ladrillos grises que no combinaban con la arquitectura de Palm Springs. Lo único que me recordaba que estábamos en el sur de California eran las tres palmeras alrededor de la casa. Era una rara yuxtaposición.


-Suficientes- Dijo Keith, evasivamente. -Puedo estar alrededor de ellos-


La confianza en su voz sonó forzada. Me di cuenta que a pesar de su tiempo en este trabajo, sus comentarios sobre las razas Moroi y dhampir, y la manera en que juzgaba mis acciones, Keith estaba muy, muy incomodo con la idea de estar cerca de no humanos. No era algo comprensible. La mayoría de los alquimistas lo estaría. Gran parte de nuestro trabajo no nos hacía pasar tiempo en el mundo vampírico, era el mundo humano el que nos necesitaba. Pruebas que cubrir, testigos que sobornar. La mayoría de los alquimistas tenían muy poco contacto con los vampiros, la mayoría de cosas que sabían eran por alguna historia familiar. Keith decía que conocía a Clarence pero no mencionaba el haber pasado tiempo con otros Moroi o dhampirs, ciertamente no con un grupo de ellos, como el que íbamos a encontrar.


No estaba más emocionada que él sobre estar junto a un grupo de vampiros, pero me di cuenta de que no me asustaba tanto como antes. Rose y sus compañeros me habían hecho más fuerte ante esto. Incluso había estado en la Real Corte Moroi, uno de los pocos lugares que los alquimistas nunca visitaban. Si había podido caminar por el corazón de su civilización y salir intacta, ciertamente podía manejar lo que estuviera dentro de esa casa. Es cierto que sería un poco más fácil si la casa de Clarence no luciera como la espeluznante mansión embrujada de una película de terror.


Caminamos hacia la puerta, éramos un grupo en nuestro estilo, llevábamos el atuendo formal de los alquimistas. Sean cual sean sus fallas, Keith estaba bien arreglado. Llevaba pantalones caqui con una camisa blanca de botones y una corbata de seda de color azul marino. La camisa era de manga corta pero dudaba que lo ayudara con este calor.


Tardíamente me di cuenta de que combinábamos.


Keith levanto su mano para tocar la puerta, pero esta se abrió antes de que él pudiera hacer algo, me estremecí, un poco, nerviosa a pesar de lo que me había dicho antes.


El chico que abrió la puerta nos mira tan sorprendido como nosotros a él. Sostenía un paquete de cigarros en la mano y aparentemente había estado saliendo para fumar. Se detuvo y nos miro de nuevo.


-Así que, ¿están aquí para convertirme o matarme?-


El comentario fue suficiente para alejarme de mi ansiedad. El que hablaba era un chico Moroi, un poco mayor que yo, de un cabello marrón oscuro que, sin duda, estaba cuidadosamente arreglado para verse desordenado. A diferencia del ridículo intento de Keith con el gel, este chico lo había hecho bien. Como todos los Moroi, era pálido y de estructura alta. Sus ojos verde esmeralda nos estudiaron desde un rostro que podría haber sido esculpido por uno de los clásicos artistas que yo tanto admiraba. Sorprendida, rechace la comparación tan pronto como apareció en mi cabeza. Después de todo era un vampiro. Era ridículo admirarlo como si fuera un ardiente chico humano.


-Señor Ivashkov- Dije educadamente. -Es agradable volverlo a ver-


Él se congelo y me estudio desde su estatura mayor. -Te conozco. ¿Cómo te conozco?-


-Nosotros...- Estaba por decir "nos conocimos" pero me di cuenta de que no era correcto por qué no habíamos sido presentados formalmente la última vez que nos vimos. Él solo había estado presente cuando Stanton y yo habíamos sido transportadas a la Corte Moroi para un interrogatorio. -Nos encontramos el mes pasado. En tu Corte-


El reconocimiento brillo en sus ojos. -Cierto, la alquimista- Pensó un momento y me sorprendió cuando dijo mi nombre. Con todo lo que había pasado cuando había estado en la Corte Moroi, no había esperado que alguien me notara. -Sydney Sage-


Asentí, tratando de no parecer nerviosa ante su reconocimiento. Luego me di cuenta de que Keith se había congelado a mi lado. Estaba confirmando que podía "controlarse" estando cerca de un Moroi, pero aparentemente, eso significaba mantener la boca cerrada por qué no decía nada. Aun con una sonrisa en mi rostro dije. -Keith, este es Adrian Ivaskov. Adrian este es mi colega, Keith Darnell-


Adrian le ofreció su mano, pero Keith no la tomo. No sabría decir si eso podría haber sido debido a que Keith seguía en shock o porque no quería tocar a un vampiro. A Adrian pareció no importarle. Bajo su mano y tomo un encendedor, caminando entre nosotros mientras lo hacía. Hizo un gesto hacia la puerta con la cabeza.


-Los están esperando. Entren- Adrian se acerco al oído de Keith y hablo con una voz siniestra. -Si te atreves- Palmeo el hombro de Keith y soltó una risa "Muhahaha" como un monstruo.


Keith casi saltó en el aire. Adrian se rio entre dientes mientras caminaba hacia el jardín, encendiendo uno de sus cigarros. Lo fulmine con la mirada, pensando que había sido un poco divertido, y le di un codazo a Keith para que entrara. -Vamos- Dije al tiempo que sentía el aire acondicionado.


Sin nadie más, Keith pareció cobrar vida. -¿Que fue eso?- Demando mientras entrabamos a la casa -¡Casi me ataco!-


Cerré la puerta. -Eso fue porque parecías un idiota. Y él no te hizo nada. ¿Podrías haber actuado menos aterrado? Ellos saben que no nos gustan, y tú parecías a punto de huir-


Tenía que admitir que me gusto ver a Keith fuera de guardia, pero la solidaridad humana me decía que no me iba a cuestionar sobre a qué lado apoyaba.


-No es cierto- Argumento Keith, pensando que había sido demasiado vergonzoso. Caminamos por un largo pasillo de piso de madera oscura que parecía absorber la luz. -Dios, ¿Qué está mal con estas personas? Oh, ya sabes. No son personas.-


-Shh- Dije, un poco sorprendida por la vehemencia de su voz. -Están ahí. ¿Puedes escucharlos?-


Pesadas puertas francesas estaban al final del pasillo. El vidrio estaba teñido, no dejando ver lo que había dentro, pero un murmullo de voces podían ser escuchadas. La ira en la cara de Keith desapareció y ambos soltamos una respiración, compadeciéndonos. Esto era el comienzo.


Avanzamos al mismo tiempo.


Cuando vi quien estaba dentro, tuve que detener mi barbilla para que no cayera como la de Keith hace un momento.


Por un instante no pude respirar. Me había burlado de Keith por estar asustado de estar con vampiros y dhampirs, pero ahora, cara a cara con un grupo de ellos, me sentí atrapada. Las paredes se cerraban, y solo podía pensar en colmillos y sangre. Mi mundo se tambaleo, y no solo por el tamaño del grupo. Abe Mazur estaba aquí.


Respira, Sydney, respira, me dije a mi misma. No era fácil, pensé. Abe representaba miles de miedos para mi, mil enredos en los que me había metido.


Despacio, mi subconsciente volvió, y me mantuve controlada. Abe no era el único ahí, después de todo, y me concentre en los otros para ignorarlo.


Otras tres personas estaban sentadas en la habitación con él, dos de las cuales reconocí. El desconocido, un Moroi anciano con poco cabello y un gran bigote blanco, tenía que ser nuestro anfitrión, Clarence.


-¡Sydney!- Esa era Jill Mastrano, sus ojos brillaban de emoción. Me gustaba Jill, pero no había pensado que había causado una impresión en ella como para justificar esa bienvenida. Jill parecía como si estuviera por correr y abrazarme, así que rece para que no lo hiciera. No necesitaba que Keith viera eso. Más importante, no necesitaba que Keith lo reportara.


Además Jill era un dhampir, una que conocía de la misma manera que a Adrian, eso era, lo había visto pero nunca nos habíamos presentado. Eddie Castle también había estado presente cuando había sido interrogada en la Corte Real, si mi memoria no se equivocaba, y se había metido en algún problema. Para todos los intentos y propósitos, él se veía como un humano, con un cuerpo atlético y un rostro que parecía haber pasado mucho tiempo al sol. Su cabello era de un marrón rojizo, y sus ojos avellana pasaban de mí a Keith de una manera cuidadosa. Así era como lo hacían los guardianes. Ellos estaban en alerta, siempre esperando por la próxima amenaza. De alguna manera, lo encontraba tranquilizador.


El estudio que le había dado a las personas en la habitación me llevo de nuevo a Abe, quien había estado mirándome y parecía divertido con el hecho de que lo había estado ignorando. Tenía una sonrisa maliciosa.


-¿Por qué, señorita Sage?- Dijo lentamente. -¿No va a saludarme?-

3 comentarios:

  1. Hay mil gracias chicas por los capítulos son geniales :)
    Abe me hace reir mucho :)

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  2. Tengo una duda , jill no era una moroi que tenia como elemento el agua y no una dhampir ? :S

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  3. si lo es pero cualquiera puede equivocarse mientras hace una corrección

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